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Una reseña de "Crónicas de la galaxia" en revista Nayagua, núm. 29: "Jugar tras la muerte del sol", por Daniel Rabanaque




Una reseña del libro "Crónicas de la galaxia" en revista Nayagua, núm. 29: "Jugar tras la muerte del sol", por Daniel Rabanaque. 

Puede leerse el número de la revista completo aquí.  

Os reproducimos aquí esta aproximación al libro: 


Jugar tras la muerte del sol 
daniel rabanaque 

Crónicas de la galaxia 
David Eloy Rodríguez 
Málaga, Ediciones El Transbordador, 2018 

Poemas tras la desaparición de nuestro sol, palabras pescadas en una red de deriva estelar, señales surgidas entre implosiones de otras estrellas, mensajes distantes y, sin embargo, voces tan cercanas, tan elocuentes. El más reciente libro de David Eloy Rodríguez (Cáceres, 1976) llega desde una galaxia –no necesariamente esta– formada de acasos y azares, de órdenes contradictorias y desobediencias digitales, una galaxia en la que se mezclan termitas y conciencia propia, hollín y bacterias y averías con reflexiones distorsionadas por las sucesivas atmósferas atravesadas, peticiones de rescate emitidas desde una nostalgia no necesariamente humana, y la constatación, más o menos aceptada ya en nuestro imaginario, de una debacle que adquiere dimensiones ultraplanetarias, sistémicas. 

Crónicas de la galaxia, tal es el título, es un cuidado volumen editado por la malagueña Ediciones El Transbordador (www.edicioneseltransbordador.com) que aporta un delicado trabajo editorial, pulcro y consistente desde el incipit a la contraportada, el cual facilita adentrarse en la lectura sin alharacas ni más distracciones que las propuestas por el mismo texto, y adelanto que son pocas. En su interior, entre prólogo del autor y posfacio de Alberto Porlan, cuarenta poemas que recorren perspectivas cósmicas a través de la transcripción, y quizás recreación, de mensajes captados por oídos orientados al cielo, al infinito y más allá, superando incluso las barreras del tiempo o la inteligencia que siempre quisimos creer que nos separaba como especie del resto del árbol de la vida. Que nadie se lleve a engaño, sin embargo: estas crónicas parten de una plataforma de lanzamiento profundamente humana y, superada la órbita de los satélites de control que nos envuelve, la estación espacial MIR y la banderita plantada en la Luna, aprovechan de su óptica en el diáfano vacío para devolver una mirada sobre constantes irresueltas en el desarrollo de las civilizaciones y culturas, incógnitas abiertas y tan intrigantes, al menos, como la posibilidad de formas de vida extraterrestres: ausencias, huidas y regresos; nostalgias, insomnios, afectos; memoria, límites, tecnología; tiempo, futuro y supervivencia. 

En este sentido, el libro de David Eloy Rodríguez que nos ocupa se relaciona fluidamente con el resto de volúmenes que conforman su ya bien nutrida constelación de obras poéticas. Forzoso es remitirse a La poesía vista desde el espacio (Editorial de la Luna, 2014), donde ya la ciencia ficción ponía su parte en el planteamiento del rumbo y cuyo poema con el mismo título ofreció a Daniel Mata en el Callejón del Gato el impulso de despegue necesario para componerse un himno estratosférico según el cual «la poesía vista desde el espacio se ve… chiquitita» (lol: invito a bichear por los youtubes alguna de sus versiones). Quien haya tenido ante sus ojos ambas obras encontrará sin duda conexiones, desde la cita lorquiana entre posible e imposible que abre La poesía…, que reapareció en Escalones y que vuelve a abrirse hueco en las Crónicas, hasta el compromiso vital y social que se rastrea sin necesidad de telescopios Hubble en cada línea del autor. Además, este viaje galáctico que tenemos entre manos comparte con obras anteriores el gusto de David Eloy por aceptar desafíos creativos así como vienen: si en Para nombrar un ciudad (premio Francisco Villaespesa, Editorial Renacimiento, 2010) cartografiaba una urbe esencial hecha de arquitecturas, evidentemente, pero también de pasajes interiores recogidos mediante «distorsiones, rastros, huellas y contradicciones» –como afinó Luis Melgarejo en su lectura del poemario para esta misma Nayagua–, también las Crónicas se sirven de instrumentos de navegación semejantes para trazar su derrota cósmica. Si Escalones que descienden hacia arriba (Editorial Luces de Gálibo, 2017) proponía un viaje desde su oxímoron en el que era necesario «dejarse hacer, dejarse llevar», las Crónicas amplían el alcance y obligan a dejar de ser lo que somos y contemplarnos desde lo ajeno que supone un tiempo futuro, un lugar no heliocéntrico. En el anterior, «nos interrogaremos sobre lo que significa nombrar, perderse, encontrarse, soñar, amar, desaparecer» –escribía Bea Aragón–, y algo muy similar sucede en el horizonte del actual, si bien con notables diferencias formales. Si Los huidos (Ediciones del 4 de Agosto, 2008) suponía el elenco de un bagaje listo para la fuga a partir de miradas hacia el pasado, estas crónicas depositan esa maleta en la bodega de carga del futuro para obtener una muda limpia el día en que el éxodo interestelar propuesto en sus páginas e impuesto a fuerza de realismo tecnocientífico encuentre su monte Nebo. 

Sé que cada persona lectora encontrará sus propios paralelismos, asociaciones y simbiosis entre las Crónicas de la galaxia y su libro preferido de David Eloy Rodríguez. No es difícil una vez que todos ellos mantienen una inocencia fundacional en los poemas que los capacita para el asombro y la maravilla. Quien quisiera y pudiera, podría también recorrer Bang editorial: «Ya casi no pisamos tierra, pisamos / nombres, cifras, y eso no es caminar», «Dejarnos guiar por comunicaciones decisivas», «Hay que confirmar el mundo en todos sus extremos», «Hay lugares sin daño. Allí / somos grumetes de barcos de papel / que construimos en la infancia», encuentro fácilmente en Asombros (Editorial Carne y Sueño, 2006). De hecho, Crónicas de la galaxia parece por momentos el resultado de un experimento de poesía generativa a partir del repertorio del autor, en lo que sería un juego similar al que Miriam Reyes planteó con su Prensado en frío (www.miriamreyes.com/prensado-en-frio/). Más en concreto aún, si bien recorriendo mis paisajes subjetivos, otros versos podrían remitir a los juegos oulipianos de la lipo-analítica con una aparentemente sencilla construcción que provendría de fórmulas capaces de robotización. No es este su origen en el caso que nos ocupa, pero lo considero un recorrido transversal interesante para las más inquietas lecturas y posteriores exploraciones. 

Y es que hay mucho juego, mucho jugo, en estas crónicas que combinan antropología de códigos encriptados con arqueología de futuros posibles, incertidumbres de Heisenberg hechas cotidianas con alusiones a una hipotética desobediencia maquínica de las leyes asimovianas de la robótica. Juego desde el prólogo, que desvela el encuentro más o menos casual del material publicado, hasta la riqueza de alusiones que abundan en el postfacio por momentos hilarante que firma Porlan, la propia composición formal a la que aludíamos arriba o el nadar con soltura entre las dos aguas de la narrativa y la poética y mantenerse a flote con un poemario que se lee como novela. Novela de ciencia ficción, por si aún se necesita la aclaración. Hay también mucho oficio y mucha práctica en estas páginas, inútil subrayarlo cuando se trata de un autor con una trayectoria poética como la que acredita este. Hay la invitación al juego que se puede presuponer a todo libro de poemas, claro está, y una incitación menos a la competencia que al contacto que David Eloy, con un guiño no exento de cariño por la vida, por toda la vida y cierta guasa, amplía a formas de existencia desconocidas y hacia inteligencias no descubiertas hasta la publicación de este volumen. Se trata de un juego, decimos, que podría calificarse de marciano y tragicósmico si no fuese porque, como todo juego que valga la pena jugar, desborda los límites de su propio tablero y sus reglas para situarnos en un espacio tan desconocido como reconocible, en una postura por resolver desde la incomodidad y la pirueta, en una incógnita que, para resultar fértil, requiere de disposición e imaginación capaces de dejar atrás presupuestos y paradigmas para salir al encuentro de lo inesperado en esa tercera fase poblada, en este caso, por una exobiología incierta, químicas imposibles, reacciones imprevisibles, palimpsestos de emisiones. 

Hay mucho con lo que salimos ganando mediante el exilio galáctico, sin duda. Aquí están estas Crónicas para certificar, aunque no sea su objetivo, que llegará un buen día el fin de las comparecencias y los diarios de sesiones del Congreso. Se acabará el pico del petróleo, rebuscar en las entrañas de la Tierra, abonar la factura del agua. Se acabó tener que aumentar cada año el factor de protección en las cremas solares de los niños y niñas. Dejamos atrás los motines por el precio del pan, las oposiciones esas para las que quisimos prepararnos, los mensajes de Whatsapp sin contestar y los otros, contestados pero sin mucha enjundia así en general. Se acabaron tantos signos de distinción, los atascos del 15 de agosto, los muros contra la migración, las vallas contra la migración, las concertinas contra la migración, porque por fin, haciendo realidad ese clamor de los movimientos sociales, todas seremos migrantes. Todas migrantes interestelares. A la fuerza. Todas las que queden, por supuesto, y solo aquellas que consigan embarcar. Se acabó la deforestación y la pérdida de diversidad de especies sobre el planeta. Porque se acabó el planeta, querida. La cantidad de cosas que perderemos va a depender de la capacidad de codificación y almacenamiento del Arca de Noé del Arte que vemos partir en el poema que abre las Crónicas de la galaxia. Uno se imagina a los y las lectoras haciendo, a partir de esa obertura, su propio inventario de contenido en esos almacenes mediante listas que decoran los márgenes del libro, elaborando entre bromas y veras su propio inventario de Tesoros Artísticos Planetarios:

 –el aroma original (no sintético) del patio de los Naranjos…… 
check –el hueco de la nariz de la Esfinge……
check –el cuadro que Banksy colocó en la Tate……
check –el libro quemado por Gógol…… 
check –los mejores goles de Mágico González…… 
downloading……