Prólogo del libro "Una cantada": "¿Por qué escribir poesía popular en el Siglo XXI?". Un texto de José María Gómez Valero y David Eloy Rodríguez
El libro Una cantada es el fruto de la colaboración entre cuatro escritores: Alberto Masala Sardo, Lorenzo Mari, José María Gómez Valero y David Eloy Rodríguez, y lo ha publicado la editorial italiana Catartica Edizioni.
Se
trata de poesía popular actual en varias lenguas, de un diálogo poético
entre estos cuatro autores contemporáneos que en este libro se valen para su
expresión, para su conversación, de formas de poesía y música popular de
Andalucía, Cerdeña y Emilia-Romaña: letras flamencas, poesía logudorese,
zirudele boloñés...
Poesía crítica, poesía que pone a conversar lenguas y culturas, poesía que juega y que recuerda, poesía que actualiza el patrimonio lírico popular para situarlo en el aquí y ahora.
A continuación uno de los prólogos del libro, coescrito por José María Gómez Valero y David Eloy Rodríguez. En el libro Una cantada aparece traducido al italiano, aquí os ofrecemos la versión original en castellano.
¿POR QUÉ ESCRIBIR POESÍA POPULAR EN EL SIGLO XXI?
I
Cuando sucede la poesía exclamamos: Eso es verdad.
Cuando sucede la poesía decimos: Eso es lo que yo quería decir, pero no sabía cómo.
La poesía popular nos invita a contar y cantar la verdad. No la verdad individual, sino la verdad de todos, la de cualquiera.
La poesía popular es aquella en la que más y mejor habla el pueblo. Y habla usando el lenguaje común, ese con el que se expresa lo que nos queda de pueblo por debajo de las individualidades, ese que sabe mostrar las mentiras de la realidad. Decir para que se comprenda bien, para que todos sepan.
La poesía popular, plena de precisión y de síntesis, de elocuencia y de elegancia, es testimonio de un darse cuenta de algo que importa, de una tensión, de una epifanía. La poesía popular refleja con belleza, profundidad y gracia algo que hacía falta decir. Nombrar para organizar el caos, para revelar lo oculto o silenciado, para establecer modelos éticos y sentimentales. Las mejores palabras de la tribu, insubordinaciones a los dictados de la cotidianeidad y la norma, a sus miserias.
En nuestra época, la cultura popular se desvanece. Minusvalorada o cancelada, controlada o en desuso, corre el peligro de la desaparición. Sería una tragedia que lo permitiéramos.
II
La poesía popular es menospreciada por las élites (culturales, económicas, políticas). La ignoran o la consideran algo menor, algo antiguo, avejentado y tosco, del populacho, barato. Consideran que no tiene valor, que cualquiera puede hacer eso, entretenimientos vulgares propios de ignorantes.
Sin embargo, la poesía popular inventó la poesía culta. La poesía culta es siempre un desarrollo sobre lo que la poesía popular hizo posible.
Las élites temen la autonomía desmandada de las palabras, por lo que consideran mejor acallarla, o bien banalizarla, o cooptarla, o vampirizarla.
La poesía popular encuentra las formas de señalar el poder y a quienes lo detentan, la poesía popular es valiente: puede, quiere y sabe desobedecer.
Celebración de la comunidad. Resistencia. Razón común.
Palabras que arden, que brillan, que danzan.
Un decir que es, a la vez, un hacer.
III
La versificación, la métrica, la rima, las pautas que limitan y estructuran las estrofas, no son corsés sino aperturas y ofrecimientos, máquinas de libertad. El automatismo libera y propicia cauces para que brote lo imprevisto.
Dejarse decir por el lenguaje. El inconsciente fluye al compás. Escribir como se habla, guiados por el ritmo.
Un no saber sabiendo, escribió san Juan de la Cruz.
Brevedad, sencillez, condensación, densidad.
IV
La poesía popular une lo distante, provoca reconocimientos, genera fraternidades.
El poeta, traductor y crítico literario Lorenzo Mari nos propuso participar en un proyecto compartido, que contaría además con la colaboración de Alberto Masala. Su propuesta era muy estimulante: explorar la poesía popular desde nuestras respectivas tradiciones y establecer un diálogo poético desde ahí para ver qué sucedía. Cada cual operaría desde su lengua, ritmo y acento, y la idea era generar y articular relaciones, correspondencias. ¿De qué escribiríamos, qué contaríamos, qué mapa se perfilaría en esas conexiones? Este libro es la respuesta a esas preguntas.
Para nosotros es un honor y una alegría, un privilegio, participar en esta investigación creativa junto a dos poetas tan excelentes, tan sabios y generosos como Lorenzo y Alberto.
V
Los abajo firmantes escribimos conjuntamente letras flamencas para diversos artistas y espectáculos desde 2012. En el libro La herida abierta (Libros de la Herida, 2023) recogemos una muestra significativa de esta dedicación a la poesía popular lírica en andaluz. Escogimos, pues, para esta aventura, crear y seleccionar letras flamencas de nuestra autoría.
Flamenco: de raíces remotamente orientales, y gitanas, y andaluzas, y castellanas, pero también árabes, judías, afrocubanas…
Flamenco: voz de las clases subalternas, de los oprimidos, de los marginados. Dolor y protesta. Gritos y rabia. Desesperaciones y ansias, sueños y ebriedades. Risa y amor. Cantos a la tierra y al trabajo, a la fiesta y a la muerte. Experiencias radicales, conmovedoras.
En esta obra pueden encontrarse composiciones para diversos palos del flamenco: la soleá, la seguiriya, el fandango, o la mariana (un palo este que se interpreta muy poco y para el que apenas se escriben letras nuevas). También creímos idóneas para este trabajo otras letras no adscritas en principio a ningún palo, pues se deja su elección al criterio del intérprete.
Quisimos que los poemas tuvieran un hilo narrativo, y que este fuera una llamada de alerta contra la represión de la cultura popular, contra su degradación, olvido e invisibilización, contra su falsificación, mercantilización y manipulación.
VI
¿Por qué escribir poesía popular en el siglo XXI?
Escribimos poesía popular en el siglo XXI porque nuestros antepasados lo hicieron posible. Nuestros ancestros, nuestros hermanos. Quienes tanto nos dieron: gracias a ellos hoy estamos aquí y somos como somos. Hay que escucharlos con atención, porque siempre tienen cosas nuevas que decir desde su pasado eterno. Gente imaginativa, humilde y desprendida, analfabeta, poseedora de conocimientos plurales y enormes, inventó esta apasionante vía de expresión, estos formatos creativos, estos códigos lingüísticos, herramientas, recursos, ritmos…
Escribimos poesía popular en el siglo XXI por el legado asombroso que nos dejaron esos precedentes: sus vivas palabras y ocurrencias, su música verbal, sus gestos, sus ritos. Un patrimonio riquísimo estética, histórica y antropológicamente. Un tesoro que no se agota, que revive en cada actualización. Palabras escritas en el tiempo, permanente presente, siempre emocionante, siempre inspirador.
Tenemos mucho que aprender de aquella gente, tan igual a nosotros. No, no somos superiores a ellos por llegar más tarde, por vivir ahora, por tener más información o tecnologías. Ellas y ellos inventaron este juego y nos lo regalaron para siempre. Por eso, pensamos, hay que acercarse al juego con respeto y sin prejuicios, y estudiarlo con admiración y agradecimiento.
Quien escribe poesía popular en el siglo XXI ha de medirse con los textos que han llegado hasta nosotros de tiempos pasados. Versos supervivientes, hijos de la memoria, salvados, fundamentalmente, por su valor de uso. Textos transmitidos de generación en generación, propagados de corazón a corazón, constantemente revisados y reelaborados en sutiles variantes para adaptarlos al contexto y mejorarlos. Esos versos de la poesía popular, anónima, tradicional, eran y son encarnados, hechos cuerpo, hechos canción. Quien escribe poesía popular en el siglo XXI ha de intentar estar a la altura de esas maravillas. No solo eso: ha de aportar algo que merezca la pena a esa herencia cultural. El reto, claro, no es fácil.
Pero si ya existe un repertorio de esa trascendencia y vigor, ¿por qué, entonces, hace falta escribir nuevos versos?
Compartiremos aquí dos argumentos:
Porque no está todo dicho, porque este es nuestro aquí y nuestro ahora y es necesario contarlo.
Porque la tradición popular que no se actualiza se empobrece, se va volviendo inerme y finalmente muere.
VII
Hay mucho ruido en el mundo que impide escuchar. Los lenguajes y formas de la impostura y el simulacro están por todas partes. Enunciaciones funcionariales que solo saben repetir lo que ya está dicho, obedecer lo prescrito. Velos y más velos para distanciarnos de lo real, para obligarnos a asumir la realidad que impone el poder: la del dinero y el consumo, la de la virtualidad y la separación, la de las desigualdades e injusticias, la del sometimiento a la ausencia de perspectivas de transformación.
Pero hay resquicios, hendiduras, maneras de respirar en el tiempo de la asfixia. La poesía popular, voz del pueblo que dice no, que sangra por la herida, es una de ellas.
En diferentes lenguas, con diversos procedimientos, atendiendo y respetando lo que nos enseñaron fuentes plurales, todos los textos que aquí se ofrecen interrelacionados quieren convocar, desde vivencias subjetivas y concretas, a un lector de cualquier lugar y cualquier tiempo, pues su asunto es siempre la universal condición humana, finita, milagrosa, sufriente.
Apreciado lector: gracias por asomarte a estas páginas. Deseamos que los poemas de este libro te interpelen, susciten tu reflexión, tus sensaciones, te inviten a la recitación y al canto, resuenen en ti. Feliz travesía, en cualquier caso, por estas palabras que no se rinden.
José María Gómez Valero y David Eloy Rodríguez
Sevilla. Junio de 2024