Ir al contenido principal

"Esa lengua que no miente". Reseña de "Escalones que descienden hacia arriba" en la revista Nayagua




La poeta Bea Aragón escribe sobre el libro Escalones que descienden hacia arriba (Luces de Gálibo, 2017), de David Eloy Rodríguez





Puedes leer esta reseña en el número 27 de la imprescindible revista de poesía Nayagua (es decir, aquí), o aquí: 



Esa lengua que no miente

Escalones que descienden hacia arriba es el undécimo y más reciente libro de poemas de David Eloy Rodríguez (Cáceres, 1976), tras la triple entrega que realizó en el año 2014 con los excelentes poemarios Desórdenes (Amargord, colección Once), La poesía vista desde el espacio (De la luna libros) y, con la Compañía de Poesía La Palabra itinerante, el libro-disco ilustrado Su Mal Espanta (Libros de la Herida). Muy felices de poder volver a disfrutar en esta nueva obra de la voz poética del autor —tan reconocible como diversa y constantemente en proceso y ampliando sus registros—, así como de los universos autónomos que crea en cada ocasión. Este trabajo con las palabras vuelve a ir más lejos, más dentro, y vuelve a engancharnos. Edita con mimo la editorial malagueña Luces de Gálibo, que continúa elaborando un catálogo interesantísimo de poetas de nuestro tiempo. 


Escalones que descienden hacia arriba es un conjunto unitario fabulosamente hilado que, por sus inacabables sugerencias y repercusiones, concita a la relectura y provoca cada vez que se revisita la misma sorpresa, el descubrimiento y el agradecimiento que produce la primera lectura. «Aquel que no está ocupado en nacer, está ocupado en morir», cantaba Bob Dylan. Dentro de la imaginería poética de este libro parece posible nacer incesantemente: cada travesía, paso a paso, es una nueva e imprevisible aventura. 

Escalones que descienden hacia arriba es una escalera construida de materiales nobles, cruciales, duraderos, una escalera en dirección a lo esencial en el que cada escalón es ya esencial. Un libro que nos lleva, con peso, con densidad, pero a la par con naturalidad, cordialmente, al goce de lo que significa estar vivo, con todas las contradicciones, miedos y dudas, con todas las revelaciones, celebraciones y hallazgos del sentir, del pensar, del hacer. 

¿Qué es ser? ¿Qué es conocer y de qué sirve? ¿Cómo aprender a ser? ¿Cómo contar lo aprendido? Una investigación, un experimento. Alguien decide subir los escalones de la casa del ser. La vida desde el principio. ¿Qué es lo que sucede de veras, qué pasa por debajo de los simulacros, de los espejismos, los fantasmas, las incomunicaciones? ¿Cómo actúa el tiempo? El poeta como detective en una apasionante y audaz misión especial sin escapatoria. Arrancar de nuevo, afrontarlo todo, escribirlo todo para no olvidar. «Un no saber sabiendo», como escribió San Juan de la Cruz. «Palabra en el tiempo», como quería don Antonio Machado. En el poema número 33 (cada uno de los poemas, de variable extensión, están numerados para trenzar el trayecto de esta alucinada ascensión hacia abajo, hacia dentro) el autor escribe: «ir al revés para ir derecho. / Celebrar el azar. / Estar / plenamente». 

Escalones que descienden hacia arriba es un viaje de 73 poemas, o escalones, estructurado en siete tramos. En el viaje es posible lo imposible y nos adentramos, como en una mansión encantada, en todas las magias que supone respirar y tener un cuerpo. Así nos interrogaremos sobre lo que significa nombrar, perderse, encontrarse, soñar, amar, desaparecer. En el peldaño número 41 de esta escalera se afirma: «Aclarar el abismo / hasta quedar esclarecido. / No imperar. / Vivir sin precio». Y también que «Todo lo esencial cuesta aprenderlo. Después / se olvida». 

El asombro constante en la mirada del autor nos invita a ver cosas que están ahí, porque siempre estuvieron ahí, en nuestra cotidianidad, pero que no habíamos sido capaces de ver o de expresar. Todo un elogio de la potencia del aquí y del ahora. Pistas para ser. El poeta nos ayuda a mirar, nos ayuda a pensar, nos ayuda a comprender. ¿Es posible escapar de la muerte? ¿Quiénes son los otros? ¿Qué puede el amor? Una invitación intensa, ávida y generosa a adentrarse, hondamente y sin prejuicios, en la vida, en su enigmático fluir. Y cada palabra vibra (tensada, eléctrica, plena, nueva) para contar y cantar el milagro. 

El escalón número 12 dice: «Una lengua que no pudiera mentir. / Una lengua que no supiera mentir». Esa lengua que no miente ya existe: es el eje de todo este libro. Una lengua de sabiduría, una lengua inocente y deseante como una plegaria, una lengua tan antigua como recién nacida, deslumbrante. Percibir y contar de otra manera. La humilde dignidad de decir la autenticidad de lo real de forma firme y delicada, permanente, acompañándonos, sin superioridad ni alardes, sin pedantería, horizontalmente, mirándonos a los ojos y de corazón a corazón. Belleza, lucidez, resistencias. ¡Qué difícil lograr esta compleja sencillez! En el escalón número 8 se señala: «Ven y ya veremos adónde». En el 17 se declara: «El visitante se demuestra amando». En el 24: «Estas palabras son hijas de este tiempo / que casi nos deja sin palabras». En el 27: «Elijo verdad antes que calma. / Más vale temblar que someterse». En el 38: «Solo canta quien ha llorado». Avanzamos despacio por una escalera que nos lleva a nosotros mismos.

«¿Acaso no puedo vivir dentro de mis poemas?», escribe Leonard Cohen. Habitando esta escalera (cada peldaño, cada palabra encendida, cada transparencia y cada misterio, cada animalito dulce y extraño que duerme en los poemas), creo que el mundo entero debiera hacer este viaje, debiera vivir dentro de los poemas de este libro, si es que acaso ya no vivimos todos. 

Bea Aragón