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Elena Marqués reseña el libro "Vida en el fin", de David Eloy Rodríguez, en Estado Crítico

 



Elena Marqués escribe sobre el libro "Vida en el fin", de David Eloy Rodríguez, en Estado Crítico

Puedes leerlo aquí, y a continuación la reproducimos también: 


Un fin en la vida


ELENA MARQUÉS | Encontrar un buen título para un libro se convierte a veces en una proeza. Resumir todo lo que contiene; adelantar su mensaje; proclamar, a su vez, su misterio; quizás buscar un reclamo para que conquiste a los lectores, requiere en ocasiones las mismas vueltas que se da al resto de la obra. Porque cada palabra tiene una vida y un peso de siglos y apunta mucho más lejos que el día en que se lanza.

Vida en el fin rubrica un proyecto amplio, difícil y esperanzador. Absolutamente contemporáneo en su fórmula, a la temperatura justa para que nos queme en los dedos sin que se nos caiga de las manos, esta nueva obra del extremeño David Eloy Rodríguez habla del mundo de hoy, que más de uno vemos cercano a su acabamiento, o al menos muy lejos del inicial paraíso que mitologías y religiones le conceden en sus orígenes, con una visión furiosamente realista pero a la vez teñida de deseo. Viene a decirnos, ya desde el mismo título, que la vida sigue siendo posible. Y no solo gracias al arma del lenguaje y la reivindicación de la belleza (no se salten las muy significativas citas que anteceden al texto), sino a nuestra necesaria actitud de lúcida rebeldía, en la que el poeta, con su mirada amplia y clarividente y una voz dirigida a la conciencia, adquiere un papel primordial, deviene una amable compañía en el trayecto.

Por supuesto, en ese camino hay muchos obstáculos, desde actitudes políticas a guerras comerciales, pasando por desastres ecológicos de los que somos parte implicada no exenta de culpa. Pero, dejando a un lado las palabras mayores, la cuestión es que, ahogados por el capitalismo y condenados a la intemperie, el día a día de la gente de a pie puede convertirse en un despropósito en el que llegamos a «admitir la locura de la normalidad». Basta con fijarnos en escenas concretas, que, por cotidianas, pasan desapercibidas (léase, por ejemplo «Actualización de seguridad»), pero que en un buen poema cobran un significado profundo pues describen una actualidad permanente que se repite en toda época, como si el hado nos condenara a recorrer los mismos errores una y otra vez. Así pasan ante nuestros ojos hombres obedientes y vacíos, atrapados en el engranaje del sistema; la muerte como un número; el olvido convertido en método de supervivencia; el miedo a dar un paso fuera de lo trazado. Y, lo queramos o no (y normalmente no queremos), el tiempo, que todo lo devora (Cada otoño / un poquito de huracán nos arrastra, / una pizca de guadaña nos secciona») y contra el que ni el milagro del lenguaje tiene poder absoluto. «No sé engañarte: / las palabras no te retornarán un cuerpo» y «Lo que pasó no puede despasar», nos confiesa el poeta.

He de advertir que no existen tregua ni inocencia en estos versos de ritmo sincopado y a veces salmódico, poemas en los que cada oración encierra un aforismo, mensajes que se van superponiendo y sumando en un puzle o técnica impresionista de manera que solo al concluir percibimos la verdad de ese todo fragmentario y en ocasiones confuso, lleno de contrariedades y sinsentidos, que pueden importunarnos. En esas imágenes en las que nos miramos como en un azogue (de ahí el tono, con los gramos justos de ironía y juego en medio de la dramática seriedad que el reflejo devuelve), David Eloy Rodríguez nos invita a encontrar siempre una salida («Hay que saber aprovechar / los parpadeos del monstruo»), una brecha hacia el futuro, una llamada a la reconstrucción, sabiendo que «No hay herida plácida» y que «El cielo calla majestuosamente», lo que viene a significar que la pelota está en nuestro tejado y que merece la pena aprender «El arte de caminar sobre las brasas».

Por último, me gustaría compartir mi impresión ante la capacidad de Rodríguez para exprimir de términos inocuos o feos toda su belleza interna, la creatividad y el juego léxicos, el recurso a la tradición a través de refranes y citas literarias remodelados a conveniencia, las medidas metáforas, la excelente adjetivación, el empleo de recursos de repetición y contraste que casan con ese vuelo descriptivo sobre el mundo y que revelan una voz personalísima y a un autor comprometido con la realidad, pero también con la palabra y la literatura. Baste recordar los nombres de algunos de su proyectos más queridos, la editorial Libros de la Herida, que codirige con el también escritor José María Gómez Valero, y La Palabra Itinerante, colectivo que busca acercar el arte a la gente como herramienta para la felicidad; un espíritu que late en este libro con especial fulgor y que me hace concluir con unos últimos versos de esta Vida sin fin que son mucho más que una declaración de intenciones:

El pájaro canta porque tiene una canción

y en la continuidad de los días feroces

sigue siendo posible la alegría.


Vida en el fin (Difácil, 2025) | David Eloy Rodríguez | 162 páginas | 16,00 euros